La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser.
Charles Bukowski
El diagnostico de cáncer es como los arreglos previos a un viaje vacacional. Sin embargo la espera es, en apariencia, larga, el tiempo comienza por gotear sobre los familiares, sobre los amigos, y sobre la victima; los planes no pueden hacerse ni a largo ni a corto plazo, pues no sabemos en que momento el hilo reviente. La victima, de poder llamársele así, ha elegido esperar y no aplazar su muerte. Pongo en duda el poder llamarle victima pues la mayor parte del tiempo se muestra como contrincante del tumor hepático…
Mi madre ha resultado más nietizscheana de lo que jamás pensé, su sabiduría le ha dictado no caminar hacia atrás tirando hilo del carrete de la vida. Sin saberlo ha elegido una muerte soberana. Se ha enfrentado al diagnostico médico de manera ecuánime, no ha parpadeado… por momentos fue aterrador no poder leer ni siquiera una lagrima en sus ojos. Al final la lección me ha sido valiosa, he observado la fuerza de esa persona que me vio nacer, y que me forjó para aferrarme a la verdad, incluso a enfrentarla sin miedo, sin ni siquiera bajar la mirada, por más dolorosa que aquella sea. Ni siquiera yo he podido tener esos nervios de acero, pues he tenido que entregarme a los brazos del tabaco, de hecho, escribo estas líneas con sabor a papel quemado.
¿Qué se puede decir de semejante semana? ¿Cómo expresar mis lágrimas ocultas de las miradas ajenas, o de mi necesidad de mostrarme como el eslabón fuerte? La verdadera protagonista ha sido mi madre, con la mirada de dulzura que me dirigió en el elevador al entrar y al salir del sanatorio. Una mirada que resplandecía con fuerza y sabiduría… no importando las palabras equivocas del doctor, o sus expresiones de preocupación al observar las imágenes de la tomografía la mano de mi madre siempre se mantuvo firme y calurosa a mi contacto. No importo que el doctor leyera un síntoma oscuro allí donde la imagen era clara, no importo que el hígado estuviera manchado… la verdad se develó como un tumor.
El mal sabor de boca parece que es de algo más que del tabaco…
Mi madre ha resultado más nietizscheana de lo que jamás pensé, su sabiduría le ha dictado no caminar hacia atrás tirando hilo del carrete de la vida. Sin saberlo ha elegido una muerte soberana. Se ha enfrentado al diagnostico médico de manera ecuánime, no ha parpadeado… por momentos fue aterrador no poder leer ni siquiera una lagrima en sus ojos. Al final la lección me ha sido valiosa, he observado la fuerza de esa persona que me vio nacer, y que me forjó para aferrarme a la verdad, incluso a enfrentarla sin miedo, sin ni siquiera bajar la mirada, por más dolorosa que aquella sea. Ni siquiera yo he podido tener esos nervios de acero, pues he tenido que entregarme a los brazos del tabaco, de hecho, escribo estas líneas con sabor a papel quemado.
¿Qué se puede decir de semejante semana? ¿Cómo expresar mis lágrimas ocultas de las miradas ajenas, o de mi necesidad de mostrarme como el eslabón fuerte? La verdadera protagonista ha sido mi madre, con la mirada de dulzura que me dirigió en el elevador al entrar y al salir del sanatorio. Una mirada que resplandecía con fuerza y sabiduría… no importando las palabras equivocas del doctor, o sus expresiones de preocupación al observar las imágenes de la tomografía la mano de mi madre siempre se mantuvo firme y calurosa a mi contacto. No importo que el doctor leyera un síntoma oscuro allí donde la imagen era clara, no importo que el hígado estuviera manchado… la verdad se develó como un tumor.
El mal sabor de boca parece que es de algo más que del tabaco…