martes, 2 de diciembre de 2008

A mitad de la solitaria Skyhighway

Viajo en autobús. Estoy en clase. Camino por la calle. Me encuentro vivo y siempre en algún lugar. Rodeado de personas, algunas intentan demostrarme su aprecio, su cariño, su apoyo, su respeto... Sin embargo siempre estoy solo, por dentro siempre me encuentro volando fuera de la Tierra, distante de todo, en medio del silencio, rodeado de oscuridad. A veces frente al televisor de mi casa me siento mas cerca de Marte que de un hogar. Leo en la biblioteca y me parece que en los pasillos no hay nadie, que el tiempo se suspendiera en un continuo de vacío en el cual yo caigo una y otra ves. Viajo de manera constante al recuerdo de mi madre, a los recuerdos de la linea de espera, me desespero, me enojo, me entristezco y siempre he de encontrarme en una desolada carretera galáctica, por la cual no viajan ni las estrellas. La vida la puedo ver allá en el horizonte esférico, en el horizonte que parece estar en todos lados pero nunca aquí donde mis pasos se internan. En el autobús siempre ha de ser un regreso al pasado, a los viajes fugaces de Agosto y Septiembre, del ir y venir sin un destino marcado en mis boletos, mientras todo es incertidumbre: estudios clínicos no concluyentes, papeleo sin final, lecturas sin pies ni cabeza, tiempo de vida indeterminado.

De noche prefiero desaparecer, sumergirme en esa nada que me salva del miedo al pasado, en la auto tortura de los lapidarios recuerdos, de haber medido mi fuerza para después perderla toda. Las lagrimas nunca son suficientes, las palabras tampoco lo son, a veces lo que se encuentra en el campo de lo inefable se constituyen en las marcas ciegas más profundas de nuestra biografía.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Desahogo en medio de la belleza esteril.

I hurt myself today
to see if I still feel
I focus on the pain
the only thing that's real

La linea de espera reducida a un epitafio doloroso. Las lagrimas parecen incomprensibles tanto para mi tía como para mi primo. La soledad y el silencio de una mirada que ha perdido su brillo frente al gran espacio que me aleja de un pasado, que me imprime cierta extrañeza respecto a estos últimos meses, que carga con la lápida puesta en tal horizonte. En ese momento, por un sólo instante, decido caer, mi cuerpo se mantiene en pie, pero mi mirada sujeta mis fuerzas y se van al suelo, se quedan ahí resistiéndose a que mi orgullo les levante. Desearía un abrazo sincero, un abrazo de mi madre... no puedo dejar de sonreírme debido a la elegante burla de la vida.

El tiempo parece condensarse en escasos veinte minutos, la eternidad frente a mí, la desesperación y la desesperanza tambíen. Instintivamente comienzo a contar mi frustración de estos días, mi más profundo dolor, una a una las lagrimas pospuestas se muestran. La extraño. Te extraño. Y este transcurrir ha resultado un confuso panorama, con teléfonos que conectan a hogares vacíos, con grandes espacios que resultan un laberinto; papeleos interminables: viajes desgastantes: despertares grises. Torrentes de recuerdos, combinaciones de golpes, dolor y mas dolor mientras el mundo va importándome menos, cuando este se va pudriendo más.

El regreso por el mismo penoso camino, aquel que recorrimos tras la carroza fúnebre, el pasto que nos rodea es tan verde, de una belleza estéril que se baña por la luz blanca y fría de mi futuro. Paisaje que refleja, de alguna manera muy retorcida, mi interior.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Colapso de la linea (Ideas desestructurados: Rompecabezas mental)

Fin del recorrido. El expreso nocturno ha terminado por estrellarse contra la última terminal en el mapa. Hemos chocado contra la salida de esta línea de espera. El tiempo parece haberme absorbido en un paradójico y silencioso espacio. A veces feliz y triste. Otras veces nostálgico y sarcástico. En otras ocasiones sonriente y depresivo.

“One day one room”. En esta ocasión el cuarto de hospital ha sido el último que compartí con mi madre durante tres días. El reloj me jugaba bromas a cada momento. Las madrugadas me inventaban atardeceres rojos tras las ventanas. Los atardeceres melancólicos me sabían a desesperanzados amaneceres. El medio día nunca llegaba.
Tras noches de fastidio y poco sueño el final ha sido el diagnosticado apenas tres semanas antes ¡tres semanas!... mi mamá se había ganado en una rifa un boleto en tren express a la muerte.

El funeral ha resultado bizarro. Nunca pude conciliar la idea de que mi madre se encontraba en el féretro que lentamente era sepultado por tierra. Momentos antes: una misa, que muy ad hoc también fue puesta en fast track, en la cual el desenlace ocurría con la llegada del sacerdote-camisa-percudida, y su pedido de limosnas, a la fila de los no-católicos. Me permití sonreír un momento. Finalmente, comida sin alzar la mirada, tomando la mano derecha de Nadia con mi mano izquierda, y un cielo gris a punto de estallar a nuestras espaldas.

El regalo más bello de mi vida.

Viaje a Michoacán. Mi abuelo clava la mirada, seguramente se pierde en el peso de cada una de las palabras impresas. Se encuentra leyendo el obituario de mamá, su hija. Me encuentro a su lado. Inevitablemente me entristezco. Con el paso de las horas me llegan los buenos recuerdos, se dejan acompañar por una nostalgia de buen sabor, casi aromática. Intento descansar pero las ansias nocturnas no me permitan más que terminar un libro.

El regreso a “la ciudad moustrosa”. Reencuentro con el pasado en mi regreso a Cuernavaca. Y poco después confrontación con esa casa que ya no es la casa sino sólo una casa. Ha dejado de ser un hogar confortable para convertirse en una bodega grande, en la cual se han decidido por escombrar los viejos recuerdos. Como en “Cien años de soledad” las hormigas se presentan en el lugar del colapso. En casa de mi papá Cuernavaca parece lejana, que confortable ilusión. Despertares llenos de belleza, aún cuando el sol es el que se opaca.

Los días continúan su paso. La línea de espera se agota, su tiempo colapsa. Las dosis de dolor resultan en mayor cantidad que las dosis de catarsis. La página final de esta historia me parece desastrosa. Un pedazo de mala prosa. Favor de tirar en ese gran basurero que es el ciberespacio.

jueves, 11 de septiembre de 2008

¿Resoluciones...?


Los días continúan su lento transitar. Las situaciones mismas parecen consumirse en esa marcha fúnebre del tiempo. Por momento las manecillas juegan diabólicamente a retrasarse. Me miro en el espejo, sigo sin poder reconocer mi mirada, ¿acaso no me será devuelta?

Por momentos pareciese que pudiera resolver estas laberínticas semanas en una espiral que me aferra al sin-centro de un espacio que es cada vez más frió. Más silencioso.

La espera continúa en una ciudad amenazante, entre árboles urbanos que guardan su historia en hojas grises y frágiles. Una ciudad con vida en todos sus interiores.

Viaje subterráneo. Miradas apagadas y fundidas por el cansancio conviven dentro de una masa que no brinda seguridad. El viaje es burdo, por momentos lento, el tiempo juguetea con el transcurrir de mis pensamientos, de la historia que intento recordar mientras me sumerjo en el apretado vagón.

Caigo en la improvisada cama.

¿Terminaré siendo hoja nacida de el árbol de ciudad?

domingo, 7 de septiembre de 2008

Sensaciones...

¿Has sentido tanto dolor que cada movimiento se encuentra embargado por la pena? Cuando hasta el jugueteo de los dedos expresa asfixia frente al panorama. En ese momento ni el canto de la lluvia me permite respirar. Cuando la oscuridad ha dejado de ser oscuridad pues ya no se contrasta con la luz.

Levantas la mirada y te permites cerrar los ojos. El aire te falta. Se trata del último round, las piernas te pesan, tu cerebro no puede reaccionar adecuadamente. La disyunción es clara: rendirse y cobijarse en la lona o continuar el combate.

Miras por encima de tu hombro, te encuentras solo; frente a ti el paisaje es desolador… ¿acaso caerás?

martes, 2 de septiembre de 2008

En la linea de espera con la parodia de Sócrates.

La corbata de pastor protestante. La mirada que le habrían vendido por un curso de correspondencia. Incluso la pose debió haberla obtenido a través de ese mismo curso de tanatología a domicilio. Me encontraba en otra línea de espera, ahora acompañado por mi familia y por el interlocutor invitado de esta noche: un doctor especializado en tanatología. Para mí un charlatán más, sólo que no vestía como curandero del Amazonas, sino que usaba saco y corbata. Era tan aburrido… divagué hasta que me fue lanzada una torpe pregunta.
El tipo mantenía una actitud como de parodia socrática, sin embargo a diferencia del filósofo éste mantenía una pose que ocupaba para decir frases profundas… oh pero si Sócrates también la usaba.
Mientras tanto Carlos, mi primo se esforzaba por decir las líneas mas profundas que le dictaban su corazón. Yo, con mi aire indiferente, no alcancé a ligar ni dos palabras, seguramente mis tías me odiaron por eso. Así transcurrieron dos horas. Moría de sueño, deseaba fumar y me sentía abochornado. Finalmente la espera terminó. Oculto tras mi computadora me enfoque en expresar todos mis comentarios en este escrito. Un escrito más para la línea de espera.

jueves, 21 de agosto de 2008

Bad night Moon...



El diagnóstico resulta una fuerte detonación. Le sigue un frágil silencio. Tras un segundo fragmentado logró alzar la mirada. Los movimientos y las expresiones de apoyo se resuelven en el vacío. El miedo se diluye en enojo; el enojo se va consumiendo en impotencia hasta que termina por apagarse. Las manecillas avanzan mientras los amigos, conocidos y personas de confianza se mantienen quietos en la linea de espera, aguardando ¿el desplome de mi seguridad?
Todo gotea. El lunes gotea; el martes gotea... miércoles... jueves, tal vez... Los ojos de Octaviano gotean. Mis tías gotean. El cigarrillo que enciendo bajo la intranquila noche gotea al cielo, sus cenizas se deslizan con la brisa que corre por la terraza. Guardo compostura, al menos veinticuatro horas logro mantenerme lúcido y en calma. Despues: hago aseo, le marco a Nadia; escombro la ropa vieja, recibo llamada; voy al super, le marco a Nadia; leo un cuento, pienso en Nadia; platico con mi madre, hablo con Nadia y discuto; pienso en ella, pienso en las dos. Mis ideas confluyen en un mar de confusión. Desconsolado me pregunto si mi madre en verdad desea gotear...